REPORTAJE | Semana Santa en Iznájar: tradición, teatro y fe en una representación sin igual
En Iznájar, la Semana Santa no se limita a procesiones: es un auténtico espectáculo popular en el que todo un pueblo se convierte en escenario y protagonista. Entre máscaras grotescas, calaveras reales, antiguas y variadas representaciones teatrales que conviven con las procesiones, esta celebración única fusiona fe, historia y cultura en una experiencia que no deja indiferente a quien la presencia.
Con la llegada de la Semana Santa, el municipio cordobés de Iznájar se transforma. Sus calles se llenan de historia, tradición y dramatismo para acoger una de las celebraciones más singulares y vivas de toda Andalucía. No se trata solo de procesiones, sino de auténticas representaciones teatrales en las que el pueblo entero se vuelca para revivir la Pasión y Muerte de Jesús como lo hicieran siglos atrás.
Cada paso procesional en Iznájar va acompañado de escenas dramatizadas en las que aparecen curiosos personajes bíblicos caracterizados al estilo del siglo XVII. Llaman especialmente la atención los rostrillos, unas máscaras grotescas que aportan una estética única y que están en proceso de ser reconocidas como Bien de Interés Cultural. El resultado es una experiencia inmersiva que convierte a los visitantes en testigos privilegiados de una tradición popular viva, auténtica y profundamente arraigada.
Uno de los elementos más llamativos de esta Semana Santa iznajeña son los morriones, sombreros altos y floridos que coronan las cabezas de los sayones, y que aportan un contraste cromático y festivo a las escenas religiosas. Esta riqueza visual, sin embargo, convive con momentos de recogimiento como la procesión del Santo Entierro, una de las más solemnes del calendario, donde se portan doce calaveras reales que se custodian durante todo el año en una casa-cueva, sede de la Cofradía.
Los desfiles procesionales conservan intacto el tono festivo con el que antaño el pueblo vivía estas dramatizaciones de la Pasión. Entre todos los actos, destaca por su intensidad visual y simbólica la Procesión del Calvario del Viernes Santo. En ella, “La Judea”, representación popular del pueblo judío, toma protagonismo. La comitiva, presidida por Pilatos y Claudia Prócula, avanza entre tambores y cornetas, acompañados por escribas, criados, y un séquito de judíos ataviados con ropajes del siglo XVII: blusas moradas, capas de colores, fajines amarillos, sandalias rojas y, por supuesto, sus distintivos rostrillos. Los sayones, encargados de custodiar la imagen de Cristo, comparten esa misma estética grotesca y colorida.
En medio de este ambiente teatral y vibrante, se representa la apuesta de la túnica de Jesús a los dados, los centuriones buscan al Cirineo por las calles, y un pregonero judío lee la sentencia de Poncio Pilatos. La escena se completa con la presencia de los “maladrones”, que, perseguidos y crucificados junto a Jesús, protagonizan estampidas y carreras que provocan risas y sobresaltos entre los más pequeños.
Pero cuando cae la noche, el bullicio se convierte en silencio. La Procesión del Santo Entierro tiñe las calles de solemnidad. Los judíos, ahora arrepentidos, cargan con la culpa de la muerte de Cristo, mientras Pilatos pronuncia su célebre “yo me lavo las manos”. En este cortejo participa la Hermandad de los Apóstoles, cuyos miembros, en riguroso orden, portan túnicas, rostrillos, un rosario, una cruz y un texto del credo. Lo más impactante: cada uno de ellos lleva en las manos una calavera real, descubierta tras el derrumbe de la antigua cripta parroquial en 2007 y custodiada desde entonces como un tesoro ritual.
Otro de los pilares fundamentales de esta Semana Santa es “El Paso”, una representación viviente de la Pasión que hunde sus raíces en el siglo XVII. Inspirada en los antiguos “Pasos Antiguos”, estas obras eran escenificaciones sencillas, con mucha mímica y escaso texto, destinadas a que el pueblo comprendiera los sermones de Semana Santa. Hoy, esta tradición ha evolucionado hasta convertirse en una de las obras pasionistas más antiguas de la provincia de Córdoba.
Cada año, más de 400 personas acuden al Salón de Usos Múltiples de Iznájar para presenciar los quince cuadros escénicos que componen la obra, desde la Entrada Triunfal en Jerusalén hasta el Descendimiento y el Santo Entierro. Todo ello gracias al trabajo incansable de la Asociación Cultural “Hisn-Paso Ashar”, que moviliza a más de doscientos vecinos y vecinas, implicados no solo en la interpretación, sino también en aspectos técnicos como la música, decorados, iluminación, vestuario, maquillaje y peluquería.
La Semana Santa de Iznájar es, en definitiva, un compendio de religiosidad, teatro popular, simbolismo y resistencia cultural. Una celebración que durante siglos ha sobrevivido a críticas eclesiásticas y vaivenes sociales gracias a la implicación de un pueblo que ha sabido conservar lo que le es propio. Quien la vive, no la olvida: porque en Iznájar, la Pasión no se contempla… se siente y se vive como un vecino más.