Esto es real. Presencié la escena en una consulta médica por la tarde del día que se iba a declarar la independencia de Cataluña. En la sala de espera varias personas aguardábamos turno. Un caballero está con su móvil pegado a la oreja pendiente de la noticia, al igual que otra señora de mediana edad. De pronto, sin que nadie le pregunte, él grita:
- ¡Cuándo va este Gobierno a llevar a la cárcel a estos golpistas catalanes!
- Estoy de acuerdo con usted –añade la dama– esto es un golpe de estado y deberían meterlos en prisión, como se hizo con Tejero.
- Pero Rajoy no se atreve porque tiene mucho que tapar en su propio partido --concluye él.
Ambos " debatientes", que parecen personas serias, continúan lamentando la excesiva pasividad del gobierno español con los dirigentes catalanes secesionistas.
- ¡Como den este paso, nos rompen España! –exclaman al unísono.
Yo miro y callo, sin terciar en su improvisado debate, pero tras unos momentos de pausa, pregunto con sosiego:
- Qué es mejor: ¿romperse o corromperse?
- Eso qué quiere decir? –me interpelan.
- Que puede ser preferible que una nación, un país, una región, incluso una familia, se rompan y se separen, si no se tragan. Esa ruptura quizás en el futuro sea lo mejor para ambas partes. Lo que no tiene arreglo es cuando algo se corrompe. Ante una corrupción generalizada no hay nada que hacer, porque solo conduce a la muerte urgente, a la autodestrucción.
Hombre y mujer se miran extrañados y parecen no entender bien hacia dónde yo quiero llegar. Y continúo:
- Se han fijado ustedes que son muchos los miles de ciudadanos que se manifiestan patrióticamente contra la independencia de Cataluña y reclaman prisión para esos líderes, mientras que nadie, NADIE, se echa a la calle para reclamar cárcel para los Pujoles, los Bárcenas y los miles de gobernantes y altos cargos corruptos que han estado saqueando el dinero público de nuestros bolsillos durante años y años? ¿Tiene eso explicación?
En ese momento, la señorita auxiliar llama a mi mujer para que pase a la consulta. Yo entro con ella, pero mientras la atienden no puedo evitar pensar que debería haberme callado por si las dos personas estarán algo contrariadas con mi opinión o me estarán poniendo verde. Pasan diez minutos y salimos del despacho médico.
Al cruzar junto a la sala de espera, señor y dama, me saludan y amablemente me dicen: "Hemos estado comentando que lo que usted ha planteado tiene mucha parte de verdad. Es mejor romperse que corromperse. Pero en España somos así, pensamos poco".
Es la primera vez que dos personas tan patriotas me dan tan rápida y abiertamente la razón. No me lo esperaba. Casi no me lo puedo creer y me pregunto si estaré en lo cierto al menos esta vez. Que lo dudo mucho. Siempre lo dudo.
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