Si recientemente informábamos desde este periódico del estudio de delimitación y recreación virtual, llevado a cabo por el Ayuntamiento de Rute y el estudio de arquitectura AMAT, con la futura intención de poner en valor este enclave como Bien de Interés Cultural, a continuación ofrecemos un reportaje de lo que fue este importante asentamiento; y es que Rute Viejo, situado a 860 metros sobre el nivel del mar y a escasos kilómetros del actual municipio, fue un punto de batalla en las turbulentas fronteras entre reinos cristianos y musulmanes durante la Edad Media. La fortificación, fue escenario de constantes conquistas y reconquistas hasta el año 1435, cuando su población descendió al valle, dando origen al Rute moderno.
Un enclave estratégico y defensivo
Ubicado estratégicamente en la cima de una colina, el yacimiento arqueológico de Rute Viejo constituye un vestigio fascinante de la historia medieval andaluza, alzándose como un asentamiento fortificado que desempeñó un papel crucial en la línea fronteriza entre los reinos de Castilla y Granada. Su estratégica localización en altura, rodeada por un terreno abrupto, lo convirtió en un bastión defensivo durante siglos de conflictos territoriales. Sin embargo, el precio de mantener esta posición estratégica fue alto, dado el desgaste continuo por los asedios y reconquistas que sufrió.
La ubicación de Rute Viejo no fue casualidad. Protegido por las formaciones montañosas del sur y con una vista panorámica hacia la campiña cordobesa al norte, este recinto fortificado se alzaba como un bastión estratégico. Entre los siglos XIII y XV, Rute Viejo se consolidó como un punto crucial en la frontera entre los mundos cristiano y musulmán. La fortaleza fue testigo de innumerables enfrentamientos y asedios, que dejaron huella tanto en su arquitectura como en la memoria colectiva de sus habitantes. Durante este periodo, la vida en el asentamiento giraba en torno a la defensa militar, pero también incluía una rica actividad cotidiana, con viviendas, espacios religiosos y zonas de cultivo que garantizaban la subsistencia de su población.
Entre las estructuras más icónicas destaca la llamada "torre inclinada", construida inicialmente con mampostería y posteriormente reforzada para resistir los ataques de una época marcada por el conflicto. También se ha documentado viviendas y espacios comunes con numerosos restos arqueológicos que evidencian la densa ocupación del lugar hasta su abandono en el siglo XV.
Las investigaciones realizadas documentan un sistema defensivo de gran complejidad, con una línea de muralla exterior que alcanza los 240 metros de longitud y se eleva hasta los 6 metros en algunos puntos. En su perímetro se identificaron múltiples torres construidas con diversas técnicas, como mampostería irregular, tapiado y hormigón.
Este abanico constructivo es testimonio de las transformaciones sufridas por el recinto durante su larga ocupación, especialmente en la transición del dominio musulmán al cristiano. Un ejemplo destacado es una torre octogonal que, tras ser reforzada con mampostería a causa de los diferentes asedios y reconquistas durante 200 años, adquirió una forma semicircular. Esta superposición de estilos y materiales refleja los constantes cambios en el control del territorio.
El interior del recinto fortificado, aunque en ruinas, ofrece pistas sobre su uso en la época medieval. Entre los elementos más imponentes destaca la torre cuadrangular que, por sus dimensiones –11 metros de lado y muros de 3,20 metros de grosor–, habría funcionado como torre del homenaje, marcando el punto más elevado del recinto a 856 metros sobre el nivel del mar. Además, en la superficie del yacimiento se han encontrado abundantes restos cerámicos, lo que indica una intensa actividad en su interior. Todo ello convierte a Rute Viejo en un enclave que no solo protegía a sus habitantes, sino que también reflejaba las tensiones políticas y sociales de su tiempo.
En el frente norte y oeste, los acantilados naturales brindaban una defensa casi infranqueable, complementada con torres y lienzos de muralla en terrazas. Por el lado oriental, más expuesto, se observa un sistema defensivo más elaborado, con murallas dobles y estructuras diseñadas para proteger los accesos al recinto. Una de las torres, atribuida al periodo nazarí, presenta una planta cuadrangular reforzada con sillarejo en las esquinas, típica de esta cultura. En el extremo sur, la presencia de diversas estructuras complejas da cuenta de la magnitud y diversidad constructiva del lugar. Estas características hacen de Rute Viejo un reflejo palpable de la evolución histórica y arquitectónica de un enclave fronterizo que, durante siglos, fue escenario de disputas y resistencias.
Reconstruyendo la historia
Gracias a un equipo multidisciplinar que incluye arquitectos, arqueólogos y técnicos, se ha logrado realizar una recreación virtual de Rute Viejo. El proceso comenzó con vuelos de dron que capturaron más de mil imágenes para generar una fotogrametría tridimensional del terreno. Posteriormente, se complementó con modelos digitales del Instituto Geográfico Nacional para abarcar las zonas aledañas. La herramienta Blender permitió reconstruir digitalmente las murallas, torres y otros elementos arquitectónicos.
Aunque la falta de documentos gráficos del periodo obligó a basarse en paralelismos con otras fortificaciones andaluzas, el resultado es una recreación visual impactante que acerca a los visitantes a la vida en este enclave durante su apogeo.
Conservar el pasado para inspirar el futuro
El estado actual de Rute Viejo plantea retos importantes. La vegetación invasiva amenaza las estructuras de tapial y mampostería, y muchas áreas siguen sin explorar arqueológicamente. Sin embargo, el proyecto presentado por el Ayuntamiento de Rute y financiado en parte por la Diputación de Córdoba marca un primer paso crucial para proteger y poner en valor este tesoro histórico.
El impacto del proyecto no se limita al ámbito académico. La recreación de Rute Viejo también aspira a despertar el interés turístico y cultural.
Rute Viejo no es solo un yacimiento; es un recordatorio de la resistencia, la creatividad y la adaptación que marcaron a sus antiguos habitantes. La torre inclinada, las murallas erosionadas por el tiempo y los fragmentos cerámicos cuentan historias de guerra, de vida cotidiana y de la evolución de un pueblo.
Se trata de un proyecto que busca conectar a los ruteños con su historia y, al mismo tiempo, ofrecer al mundo una mirada única a nuestro pasado medieval. Mientras se espera la resolución para la nueva delimitación oficial del BIC, queda claro que Rute Viejo ya ha empezado a reconquistar el corazón de quienes exploran su legado.
