COFRADÍAS

CABRA/LUCENA: El Obispo de Córdoba preside el hermanamiento entre las cofradías de la Virgen de Araceli y la Virgen de la Sierra

En el Real Santuario de Aras se celebraba la solemne eucaristía presidida por el vicario episcopal de la Campiña, David Aguilera Malagón, quien destacó la importancia de la unión entre las dos ciudades que comparten devoción y vivencias.

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photo_camera Imposición de la insignia a la Virgen de Araceli

El Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández González, ha participado este sábado en el acto de firma del Hermanamiento de las Reales Archicofradías de María Santísima de Araceli y María Santísima de la Sierra, destacando que “es un gesto ejemplar para todos los hermanos porque nos estimula a vivir lo que ya desde tiempos inmemoriales ha sido una relación fraterna entre dos ciudades”.

En el emotivo acto ante María Santísima de La Sierra, el Obispo de Córdoba aseguró que “he sentido la alegría en el corazón de Nuestra Madre Santísima desde el Cielo porque Ella ha alentado este momento y se siente muy contenta de que sus hijos se sientan hermanos”.

Tras la firma del acta por parte del prelado cordobés, los hermanos mayores y los consiliarios de ambas archicofradías y el vestidor de María Santísima de La Sierra imponían a la patrona de Cabra la insignia de hermandad aracelitana, dando así por finalizado el hermanamiento entre las cofradías de dos de las principales devociones marianas de la provincia de Córdoba.

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Previamente, en el Real Santuario de Aras se celebraba la solemne eucaristía presidida por el vicario episcopal de la Campiña, David Aguilera Malagón, quien destacó la importancia de la unión entre dos ciudades que comparten devoción y vivencias.

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El hermano mayor de la Real Archicofradía de María Santísima de Araceli, Rafael Ramírez, daba la bienvenida a los asistentes. Bajo sonido de la canción “Cerca de ti” interpretada al órgano por Teresa Ruiz-Canela, la camarera de la Virgen de Araceli, María Dolores López Civantos, y el vestidor de la Virgen de La Sierra, José Luis Osuna Castro, hacían las ofrendas del pan y el vino, mientras los hermanos mayores ofrecían junto a sus esposas las insignias de sus respectivas hermandades, impuestas posteriormente en cada santuario.