El pantano de Iznájar sigue bajo mínimos. Ni la borrasca Ana, ni el temporal bautizado como Bruno, ni los escasos episodios ocasionales de lluvias registrados en estos dos últimos meses han logrado hacer subir significativamente el volumen de agua embalsada.
El pasado 1 de noviembre el pantano más grande de Andalucía embalsaba apenas 234 hectómetros cúbicos, que suponían un 24% de su capacidad total, cifrada en 981 hectómetros cúbicos, alcanzando uno de los puntos más bajos de la última década.
Dos meses después, las lluvias registradas solo han supuesto han supuesto la entrada de 32 hectómetros cúbicos de agua. A fecha de 1 de enero de 2018 el nivel embalsado se sitúa en 266,47 hectómetros cúbicos, que representan un 27,16%.
Hace un año, el pantano estaba en torno a los 443 hectómetros cúbicos –el 45,16% de su capacidad total– y diez años atrás embalsaba 579 hectómetros, algo más del 59% del volumen total.
Hay que remontarse hasta los periodos de sequía de 1995 y 2008 para encontrar niveles más bajos. Tras el verano de 2008 el pantano llegó a estar por debajo del 15%. Con todo, el abastecimiento a los pueblos a los que abastece el pantano no peligra por el momento.
Pese a todo, con mucha más lentitud de lo que sería aconsejable, el nivel del agua va subiendo y empieza a cubrir algunos de los restos de viviendas y carreteras que el prolongado descenso de sus aguas volvió a dejar al descubierto, como testigos de un pasado aun vivo en el recuerdo de los habitantes de la zona.